Respirar la aromaterapia natural del bosque (las sustancias químicas de las plantas, conocidas como fitoncidas) es parte de lo que propicia un enorme impulso a nuestro sistema inmunitario.

Además de tener una concentración de oxígeno mayor, el aire del bosque también está lleno de fitoncidas.

Los fitoncidas son los aceites naturales de las plantas, que forman parte del sistema de defensa del árbol. Los árboles segregan fitoncidas para protegerse de las bacterias, de los insectos y de los hongos. Phyton en latín quiere decir «planta», y cida es «matar». Los fitoncidas también forman parte de la red de comunicación entre los árboles, el modo en que los árboles se hablan entre sí.

La concentración de fitoncidas en el aire depende de la temperatura y de otros cambios que tienen lugar a lo largo del año.

Cuanto más calor hace, más fitoncidas hay en el aire. La concentración de fitoncidas alcanza su máximo cuando se alcanzan temperaturas de unos treinta grados.

Los fitoncidas varían de una especie de árbol a otro, y pueden tener olores muy específicos. Uno de los olores más familiares en Japón es el del ciprés hinoki (Chamaecyparis obtusa). Para muchos japoneses es un olor que despierta sentimientos y evoca recuerdos, porque es la madera que usan para construir sus santuarios, sus casas e incluso sus bañeras.

Los árboles de hoja perenne, como pinos, cedros, abetos y otras coníferas, son los mayores productores de fitoncidas.

Los principales componentes de los fitoncidas son los terpenos. Eso es lo que olemos cuando hacemos shinrin-yoku en el bosque. Los principales terpenos son estos:

D-limoneno: que huele, efectivamente, a limón

Alfa-pineno: es el terpeno más habitual en la naturaleza y tiene un aroma muy fresco, a pino

Beta-pineno: huele más a hierba, como la albahaca o el eneldo

Canfeno: que tiene un olor a trementina o a resina

Un ejemplo de la capacidad que tienen los aceites esenciales para reducir el estrés fue la demostración que hicieron dos enfermeras que trabajaban en el Departamento de Urgencias del centro médico de la Universidad Vanderbilt.

Tanto ellas como sus colegas experimentaban altos niveles de estrés y fatiga frecuentemente. Ambas enfermeras habían usado aceites esenciales en casa para gestionar el estrés y el agotamiento. Entonces se preguntaron qué efecto obtendrían vaporizando aquellos aceites por todo el departamento.

Los resultados demostraron el enorme impacto que puede tener vaporizar aceites en un entorno de trabajo tenso. Antes del uso de los aceites esenciales, el 41 por ciento del personal manifestaba sentir tensión relacionada con el trabajo con mucha frecuencia. Tras la vaporización de los aceites en el departamento, el índice bajó al tres por ciento. Antes del uso de los aceites esenciales, el 13 por ciento del personal manifestaba que se sentía bien equipado para gestionar las situaciones de estrés del trabajo. Después, la cifra aumentó hasta el 58 por ciento. Los niveles de energía aumentaron del 33 al 77 por ciento.

Microbios

También hay una sustancia en la tierra que respiramos cuando caminamos por el bosque y que nos hace sentir mejor. Se trata de una bacteria común e inocua, la Mycobacterium vaccae.

Los efectos beneficiosos de la Mycobacterium vaccae los descubrió casi accidentalmente la doctora Mary O’Brien, oncóloga en el Royal Marsden Hospital de Londres. Estaba llevando a cabo un experimento para ver si una inyección de M. vaccae potenciaba el sistema inmunitario de los pacientes con cáncer de pulmón, ayudándolos a combatir la enfermedad.

La inyección de la bacteria «mejoraba significativamente la calidad de vida del paciente». Estos manifestaron mayor positividad, un nivel de energía más alto y un mejor funcionamiento cognitivo.